Riazores en la II Gran Ruta Celta

La mañana se presentaba fresca pero prometedora en la vetusta y bella Villa de Noia, cuando varios coches aparcaron simultáneamente en batería junto a la alameda de la localidad. Ya se presagiaba que la soledad no iba a ser la protagonista del día… Y es que los 180km de los que se compone la II Gran Ruta Celta BTT 2016 se hacen más cortos y llevaderos (si es que estos adjetivos encajan con los 5000m de desnivel acumulado que habría que superar) en grupo. Y esto es lo que pensaron los 7 bravos riazores que se citaron para afrontar este pequeño reto.
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Los días anteriores fueron de bromas, comentarios graciosos y mucha vendaantesdelaherida a través del whatsapp de la sección de BTT, y el que más el que menos llegaba con pequeñas dudas pero con muchísimas ganas de pasarlo bien. Así que rápidamente se recogieron los dorsales, se enfudaron los maillots y pusieron a punto sus monturas para acudir veloces a la línea de salida, como si tuviesen miedo de perder 1 sólo segundo.
 
Los primeros kms transcurrieron tranquilos; el grupo tuvo claro que 180km «son molto longos» y que el ritmo del coche neutro no era el apropiado. Por las calles de Noia se fueron «anotando matrículas» para chequear más adelantes los cadáveres a recoger, al tiempo que los pulsómetros se mantenían silenciosos.
 
La primera subida, al Mirador de San Lois, fue suave, por terreno asfaltado y muy agradable. Sin darse cuenta el grupo había ascendido ya a los 325m y cresteo brevemente hasta afrontar la ascensión al Monte Iroite. Fran Ferreiro decidió acompañar a un amigo que hacía la ruta de 100km y desde el principio se mantuvo un poquito por detrás, mientras que Fran Lata se resistía -como es habitual- a rodar en cabeza y prefería ir tranquilo y rezagado.
 
El 1er avituallamiento fue breve y los siguientes kms resultaron rápidos y sin mayor novedades que un par de complicaciones mecánicas y un resbalón sin incidencia. Pero la tranquilidad es pasajera y alguno que otro decidió imprimir una marcha más; Alfonso Muñiz se marchaba un poco por delante y Domingo Villafáñez arrancaba tras él con su ya clásico cabeceo continuo. En terreno «neutral» Pepe Rivera, Miguel Hortas y Miguel Fernández masticaban los kms con calma pero sin pausa.
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En la cima de la Curota Pepe y Miguel Fernández intentaron el reto de subir los escalones, pero entre que no habían arrancado el motor de gasolina esa mañana y que no tenían mucha confianza en el tema desecharon la posibilidad de utilizar sus 2os y 3os intentos. Mejor alimentarse y continuar…
 
Balconada, de nuevo Iroite, bajada a Bealo… sin darse cuenta el sol ya estaba en lo alto y el km 63 anunciaba el inicio de la subida a la Muralla, el punto más alto del día, con 675m. A mitad de la ascensión los 3 «neutrales» reagruparon a Domingo y posteriormente amenazaron a Alfonso con «atraparlo más adelante» en un avituallamiento en el que lo avistaron ya arrancando.
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La parte matutina concluyó con una bajada tendida entre pistas forestales anchas, carreteras secundarias rápidas y un breve tramo fluvial que llevo a los 4 riazores intermedios hasta Noia. La hora era la perfecta para comer, así que se lo tomaron con calma y dieron buena cuenta de fruta, coca-cola y sándwiches de jamón y queso (a alguno se le quedó cara de pan Bimbo de tantos que comió a lo largo del día). Pero el postre no fue posible, porque como una bala en plan Dani Alves por la banda del Camp Nou apareció Fran Lata para arrastrar al resto del grupo de nuevo al recorrido.
 
Así pues, la tarde comenzó con un grupo de 5 (Fran Lata, Domingo, Pepe, Miguel Hortas y Miguel Fernández) nostálgicos de la siesta, con Alfonso adelantado sabe Dios donde y con Fran Ferreiro terminando su participación en compañía de su amigo a los 100km. El resto le echo mucho de menos y sin duda habrá otras ocasiones para compartir experiencias juntos.
 
En los siguientes 15km se subió un poquito la media y se rodó rápido entre arboles y subebajas continuos, visitando la central eléctrica del Tambre y pasando por un puente colgante que gustó tanto que alguno decidió «apoyarse» un momento en el valado que le daba salida…
 
A continuación el grupo se encontró con 2 participantes; Silvia Blanco Dosil y Sonia Costoya. Tras intercambiar ánimos y comentarios y como parecía que llevaban un ritmo interesante, eran simpáticas, conocían bien la zona y daban charleta pues se unieron a la compañía y ya marcharían con ellos hasta el final del día.
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La subida a la aldea de Miras hasta el km 128 desgranó algunas rampas duras, sofocantes, y los primeros reagrupamientos en las cimas se hicieron necesarios para mantenerse juntos y también para hidratrarse. Los kms pesaban ya y hasta los perros protestaban por el zigzageo entre viviendas rurales. En este punto aparecieron los primeros eólicos… y todo el mundo sabe que eso significa pistas anchas, muy toboganeras y en las que el platillo es el rey.
 
Pero lo mejor estaba aún por llegar; el Alto de As Paxareiras -donde por fin se neutralizó a Alfonso!- con 525m de altitud y en el km 157 de la ruta, inconscientemente daba por finalizado el día y todo el grupo sentía que lo más difícil ya estaba hecho. En el avituallamiento allí situado se celebró por todo lo alto con fotos, bebida isotónica y por supuesto sandwiches! El día era soleado y claro, las vistas espectaculares y el fotógrafo insigne; nada menos que el gran Ezequiel Mosquera.
 
Aunque tras la alegría colectiva afloraba de nuevo la cruda realidad; faltaban aún 23km, así que tocaba subirse de nuevo a la bici y pedalear, salvando los pequeños rampones que la organización aún tenía reservados, para descender de nuevo a Serra de Outes. A partir de allí, carretera y manta, imponiendo un alto ritmo propio de la sección de ruedas finas, que se paró bruscamente a 25m de la meta para reagrupar y entrar los 6 valientes juntos.
 
Las fotos de la llegada hablan por si solas. El ambiente fue fantástico, las risas aseguradas y el sufrimiento compartido… Todo el mundo quedó satisfecho por lo realizado y el refrigerio posterior fue el merecido premio a un día que de por si ya fue un regalo.
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                                                                                                                                                                                                                                       Crónica realizada por Miguel Ángel Fernández

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